El problema -cuando nos sentimos ofendidos- es la identificación con lo que la otra persona hizo, o dijo. La mente comienza a etiquetar "fulano es esto, es lo otro" " me hizo tal cosa", tomamos la cosa como una afrenta personal, "a mí". Cuando podemos separar a la persona del acto, encontramos que •"fulano" no es "tal cosa", porque fulano, no es "eso". Pudo haber tenido una actitud descomedida, pudo haber actuado desmesuradamente, pero él, en si mismo, no es lo que hizo o dijo. Y tal actitud es propia de la conciencia que tiene. (sin ser peyorativa, claro). Cada uno teine la conciencia que puede tener, y está en el lugar del camino que puede estar. En vano es querer estar más adelante, si tenemos que estar donde tenemos que estar. Por eso tampoco vale recriminar a otros, o recriminarnos por nuestras acciones.
Cuando hacemos esta distinción, podemos llegar a ver que tal actitud molesta para nosotros, es algo "fuera" de fulano. No es algo que le pertenece, porque él no es "eso". No es algo que me tenga que doler a "mí", porque esa separación que hago con él, también la hago conmigo. "Yo", no soy esa persona molesta. Puede haber en un primer momento una actitud de molestia, la veo, y la dejo. De esa manera, ambos, el ofensor y yo, quedamos afuera. Y ahí entra a jugar el perdón. Pero, en realidad, cuando hacemos este trabajo, ni siquiera reparamos en que tenemos que perdonar algo. Porque entendemos que no ha habido ofensa.
Entonces ¿cuál es el problema? No existe. Se diluye, se desvanece. En cambio, si personalizamos, "él me dijo" "él me hizo sentir..." si nos metemos dentro del drama, vamos a ser protagonistas, que es lo que el ego quiere. ¿Final de la película? ¡Estaremos sufriendo!.
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